El peso de la calle y el rol de las instituciones.-
El sector del oficialismo que ha decidido meterse en la disputa por la calle ha salido airoso con la movilización del 1 de abril que significa un importante apoyo hacia el gobierno nacional bajo el lema «no aflojemos, si se puede», y, a la vez una forma de relativizar el mensaje de las movilizaciones anteriores convocadas por distintos gremios y, desafiar al propio paro nacional convocado para el 6 de abril.
Esta convocatoria con modalidad de movilización viene a modificar la dinámica de acción política del oficialismo, que era una forma casi exclusiva de la oposición, de disputar el poder en la calle. La misma calle que pone a los gobernantes con los pies en la tierra ante la expresión de la realidad; la calle que enfrenta, con la intensificación de los piquetes, a los ciudadanos que tienen también derecho, de igual jerarquía constitucional, a circular libremente.
Ahora bien, algunas otras cuestiones que se entrecruzan, en torno a como se vienen dando las movilizaciones y son las referidas a si la gobernabilidad en un estado de derecho debe pasar por la cantidad o cualidad de las marchas y contramarchas que legítimamente se hacen en ejercicio del derecho a la libre expresión vigente, y cual es el real alcance de estas expresiones en la opinión pública fundamentalmente de cara a las elecciones legislativas donde se definirá efectivamente lo que el ciudadano elegirá. Los últimos días las consignas de las marchas opositoras imponían la paradoja de pedir mantener la memoria por un lado, y por otro, el intento de asimilar a este gobierno elegido por el voto popular, con una dictadura. Carece de todo sustento político poner en duda que estamos y que venimos de tres décadas de democracia ininterrumpida, con aciertos y errores evidentes.
Venimos de un discurso empecinado en la confrontación, partiendo de la construcción de un enemigo, que exacerbaba las pasiones a favor o en contra de una única verdad que se atribuía el sector gobernante que ahora es oposición. De una acción política en la cual ese enemigo opositor no importaba mucho en cuanto a los aportes que pudiera hacer a los debates en los ámbitos institucionales, signados por «Si quieren gobernar, formen un partido y ganen las elecciones».
Ahora el discurso está polarizado, se contraponen dos modelos ideológicos y en el medio parecería que los roles del propio poder ejecutivo, y de instituciones como el Congreso, y el Poder Judicial tibiamente intentan definirse en el ejercicio de funciones que garanticen la gobernabilidad. Pero es ahí donde debe garantizarse la gobernabilidad. Todo lo demás, será solo para la foto.
2 de Abril de 2017,
Graciela Achabal.-