EEUU será el único país con una embajada en la ciudad sagrada de tres religiones, que hasta ahora nadie reconocía como la sede del gobierno israelí. El presidente argumenta que eso puede ayudar a mover el proceso de paz, aunque muchos aliados de Washington se preguntan cómo.
Donald Trump hizo lo que ningún presidente estadounidense se había atrevido a hacer, aunque algunos hubieran coqueteado con la idea: reconocer a Jerusalén como la capital de Israel aun a riesgo de frustrar el avance del estancado proceso de paz y enemistarse con importantes aliados regionales.
Desde que en 1995 el Congreso aprobó por abrumadora mayoría una ley instruyendo al poder ejecutivo a establecer la embajada estadounidense en Jerusalén, todos los presidentes (Bill Clinton, George W. Bush, Barack Obama) habían ofrecido cumplir con ese mandato, pese a que el propio Departamento de Justicia considera que se trata de una intromisión del legislativo en el manejo de la policía exterior.
Pero ninguno de los antecesores de Trump había cumplido con lo que había indicado en campaña y cada seis meses renovaban la suspensión de los efectos de la ley que el mismo texto permitía al dejar en manos de la presidencia la evaluación de la conveniencia de cumplir con ese mandato. Y 22 veces determinaron que no era aconsejable, hasta ahora.
«Después de más de dos décadas de postergación, no estamos más cerca de un acuerdo de paz duradera entre Israel y los palestinos. Sería tonto pensar que repetir exactamente la misma fórmula produciría ahora resultados diferentes o mejores», fue el argumento básico que presentó Trump al hacer el anuncio desde la Casa Blanca.
Los votantes del republicano (sobre todo aquellos que se identifican como militantes cristianos, evangélicos o judíos) con seguridad agradecerán que como presidente esté cumpliendo con una oferta que les hizo como candidato.
Ahora EEUU será el único de los 86 países que tienen delegaciones diplomáticas en Israel que tendrá su embajada en la ciudad santa.
¿Cuál es el problema con Jerusalén?
Se trata de una ciudad considerada sagrada por las tres grandes religiones monoteístas: judíos, cristianos y musulmanes. Desde 1948 quedó dividida en una zona este y otra oeste, donde al año siguiente el recién creado estado israelí estableció su capital, aunque ningún país la había reconocido hasta ahora (por lo que no hay embajadas extranjeras en la ciudad).
En 1967, en la Guerra de los Seis Días, los israelíes unificaron Jerusalén bajo su control.
El llamado estatus final de la ciudad ha sido uno de los puntos más delicados en años de conversaciones entre palestinos e israelíes.
Los palestinos aspiran que la capital de su futuro estado esté radicada en la parte este de la ciudad. La mayor parte de la comunidad internacional espera que el estatus de la ciudad sea definido como parte de un acuerdo que solucione el conflicto palestino-israelí.
Trump toma la polémica medida más por imposiciones de política interna que por las dinámicas de la diplomacia. De hecho, salvo Israel, los aliados regionales de Washington han advertido a la Casa Blanca que la medida pone en riesgo décadas de delicadas negociaciones.
¿Quienes critican la medida?
Todos los aliados regionales de Washington, con la excepción de Israel, cuyo primer ministro, Benjamin Netanyahu, se anota un éxito en su política nacionalista.
La postura del gobierno israelí es que los países que no reconocen la capitalidad de Jerusalén de alguna manera debilitan la posición de Israel porque mantiene una sensación de provisionalidad en la arquitectura política de la región.
En su primera reacción tras escuchar al presidente estadounidense, Netanyahu alabó la “valentía” del mandatario al adoptar lo que describió como un “hito histórico” y afirmó que cualquier acuerdo en Medio Oriente debe aceptar que Jerusalén es la capital israelí.
Pero países importantes con los que la Casa Blanca ha contado tradicionalmente para mantener el equilibrio en la región, como Egipto, Jordania, Turquía y Arabia Saudita, han desaconsejado la movida de Trump con el argumento de que dará una estocada a las negociaciones de paz.
En Europa, representantes de Francia, Alemania, Reino Unido y la Unión Europea han expresado su preocupación por las consecuencias que temen que tenga la decisión.
Incluso el papa Francisco abogó por la manutención del estatus quo para poder destrabar las negociaciones entre las partes en conflicto.
¿Qué consecuencias puede tener la decisión?
Quienes critican el anuncio, tanto fuera como dentro de EEUU, aseguran que entierra las posibilidades de reactivar los diálogos entre palestinos e israelíes porque hace que el principal promotor de esos contactos, el gobierno de EEUU, quede como muy alineado con los intereses de Israel.
Eso se suma al hecho de que el principal emisario de Trump para el manejo del tema sea su yerno Jared Kushner, cuya famila es de raíces judías y tiene vínculos amistosos con Netanyahu.
Sin embargo, según argumentó en su discurso, el presidente Trump considera que cambiar la manera de hacer las cosas puede generar resultados diferentes y oxigenar el proceso de paz, aunque no dijo de qué manera se podría lograr ese objetivo.
Trump dejó claro que el establecimiento de la embajada en Jerusalén no implica que Washington considere cerradas las posibles discusiones sobre futuros arreglos territoriales dentro de la ciudad en caso de que prosperen las negociaciones y desemboquen en un eventual Estado Palestino.
Fuente: Univisionnoticias.