Los olvidadizos vienen del futuro.

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El avance generalizado de la amnesia también tiene causas culturales.-

Es posible que pronto surja el premio literario «Pulgar de Oro» para celebrar la escritura contemporánea. La especie que evolucionó gracias al pulgar oponible dispone de teclados donde sólo los antiguos usamos el dedo índice.

La generación digital manda mensajes sin mirar la pantalla del teléfono ni suspender sus demás actividades. ¿Estamos ante una moda pasajera o un anticipo de los humanos del futuro? La región más desconocida del universo sigue siendo el cerebro. Para explorar esa terra incognita, Barack Obama apoyó el proyecto BRAIN, que recibirá 1.500 millones de dólares durante 12 años, si Donald Trump y el Congreso no disponen lo contrario. Uno de sus principales impulsores, el neurobiólogo español Rafael Yuste, señala que es mucho lo que está por descubrirse: “No tenemos una teoría aceptada de cómo funciona la memoria… Una hipótesis es que haya un grupo de células, posiblemente en la corteza cerebral, que se disparen a la vez”, dijo a El País Semanal.

En México, el neurofisiólogo Ranulfo Romo se ha adentrado en los enigmas del libre albedrío. Desde un punto de vista científico, ¿existe la voluntad? ¿Soy yo quien elijo o mis decisiones provienen de una intrincada combinación de estímulos en los circuitos neuronales? Otro sabio de primera fila, Pablo Rudomín, analiza las neuronas espejo, destinadas al aprendizaje y la adaptación al medioambiente. Gracias a ellas, podemos suponer, incluso, lo que otros están pensando. Romo trabaja con monos en la UNAM y Rudomín con gatos en el Instituto Politécnico, en busca de claves para entender a una especie más veleidosa, que se ofende cuando la miran de cierta manera y se conmueve con el olor de las rosas.

En octubre de 2016, Romo y Rudomín hablaron en El Colegio Nacional de una de las formas más angustiosas de la muerte: la pérdida de la memoria. ¿Hasta qué punto se trata de un mal de los tiempos? De acuerdo con la revista Neurology, los casos de alzhéimer podrían triplicarse en los próximos 40 años. Pero el avance generalizado de la amnesia también tiene causas culturales. En Antropología del cerebro, Roger Bartra estudia las redes que constituyen la memoria externa de la especie, el “exocerebro” formado por las bibliotecas, los archivos, las universidades y otros depósitos del conocimiento. Con tecnología digital, nos hemos vuelto más dependientes de los discos duros y las demás prótesis memoriosas. Es tan sencillo acudir a un motor de búsqueda que olvidamos que también el cerebro cumple esa función en nuestro acervo interno. Y todo indica que dicho acervo disminuirá en el porvenir.

Numerosos expertos pronostican que los seres humanos del futuro tendrán dedos más delgados, ojos más grandes y menos memoria. En cierta forma, adquirirán la fisonomía que la ciencia ficción ha atribuido a los extraterrestres.
¿Qué pasará con los recuerdos? Chris Stringer, evolucionista del Museo de Historia Natural de Londres comenta: “La mayor parte del trabajo de memorización lo harán las computadoras”. La abuela que en su juventud se tomó un millón de selfies dependerá de una máquina para conservarlas y clasificarlas (y acaso también para verlas). Comenté esto en una reunión y un amigo dijo: “Con razón se me olvidan las cosas, soy muy futurista”. Sería una extraña paradoja que dentro de algunos años la memoria fuera descifrada por un desmemoriado.

Acaso los recuerdos del porvenir se preserven gracias a un estímulo peculiar: la poesía. La métrica y la rima son recursos mnemotécnicos y el verso libre articula señales dispersas en la corteza cerebral: una flor es una mujer que es una angustia que es un aroma que es una dicha.

“Recuerde el alma dormida / avive el seso y despierte”, escribió Jorge Manrique. Un programa neurológico de 1477, que aún se recita.

Fuente: El País.

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