Rumbos y recursos estéticos y políticos de la escritura. Entre la convención sobre la realidad y la realidad misma.
Luego de leer o escuchar relatos o alocuciones brillantes, atrapantes, interesantes me persigue la necesidad, recurrente, de su vinculación, su nexo de causalidad con alguna realidad. Presenciar la entrevista realizada en el auditorio de Radio Ciudad en la Feria del Libro, a los escritores «sub 40», Gonzalo Unamuno, Florencia Werchowsky y Edgardo Scott, no fue la excepción.
De todas formas, la posibilidad del cara a cara, de constatar el sonido de las palabras con lo gestual y percibir en vivo y en directo el detrás de escena de un libro, es una experiencia única. Una comprueba desde donde surgen determinadas miradas, pequeños indicios por dónde va o, propone al menos ir el escritor.
En un contexto especial, al conmemorarse el día del trabajador, la pregunta que disparó mi reflexión inmediata fue la que se hizo Gonzalo Unamuno para finalizar uno de sus poemas: «¿Qué mierda vine a hacer a este mundo?» y con ella esa necesidad de plantear y replantear los textos literarios propuestos como una interacción entre narrativa y política, y la consiguiente formación de subjetividades, de las formulaciones sobre que bases epistemológicas. El trabajo y, el ser humano, el trabajador, ¿qué hacer y para qué?.
Interrogantes simples, respuestas complejas. Desde dónde, y cómo se llega al lector.
Florencia Werchowsky, autora de «Las bailarinas no hablan», y «El telo de papá» refirió ser huérfana de padres escritores. «Más me ha marcado mi padre peronista, judío y renegado. Mis recursos al escribir han sido los que obtuve del periodismo, pero la formación audiovisual está presente en mi escritura. Mis imágenes son las imágenes del cine, con el estilo de Puig, Buñuel o Tarantino. Beso en mis libros como besan en las películas» describe.
Edgardo Scott, autor de «El Exceso», que actualmente vive en Francia y fuera uno de los fundadores del grupo Alejandría ligado a la difusión de la literatura y en especial de la nueva narrativa Argentina, se ha preguntado ¿En qué medida una época produce subjetividades? –plantea–. O al revés, ¿en qué medida ciertas subjetividades generan una época? y detalla, escribí «El Exceso» atento a esas preguntas, tal vez un solo interrogante de dos caras.”
Pedro Mairal, escritor argentino, de actualidad, como lo definen, también recorre el detrás de escena de la escritura, que es como decir la trastienda de la vida, en una entrevista que le realizara Gustavo Yuste dijo: «El lector empieza a construir un autor en la cabeza, muchas veces equivocado. Los autores que deberían haber sido un poco las figuras como Rodolfo Walsh, Antonio Di Benedetto, Haroldo Conti, no estaban en las bibliotecas, los habían silenciado. Empezaron a estar después y un poco recuperados por la academia. Soy de una generación criada un poco por los “abuelos literarios”, y con los abuelos no tenés conflictos, no querés matarlos. La lectura de los “padres” es posterior, de llenar una brecha o un vacío. Sin embargo, hay referentes sin duda ahora. César Aira es un referente y funcionó como un liberador de conciencia. Están también Ricardo Piglia, Alberto Laiseca, Abelardo Castillo, Hebe Uhart, pero todos tienen sus discutidores. Eso es interesante, que no sea hegemónico da más chances de elección».
Pero volviendo a la entrevista inicial, motivadora de estas líneas, el tercero de los entrevistados, Gonzalo Unamuno, quien fue el de mayor impacto, definió algunas de estas cuestiones entendiendo que «son todas interpretaciónes de un mismo libro. Todos los nombres son suprimibles. Me cuesta reconocerme en una tradición. Pedro Páramo de Rulfo, 100 años de Soledad, Donoso. La Argentina le da la espalda a esa tradición Latinoaméricana. La «Rayuela» podría ser el libro de cualquier francés mediocre. En su caso, si tuviera que citar un referente diría el maestro, Juan Carlos Onetti. Perón fue una influencia muy importante. Perón y el peronismo como el gran acontecimiento narrativo literario argentino al cual le vamos aumentando el caudal. No tiene una literatura porque es en si mismo una literatura. Es el mito. Es un error tratar de emularlo. ¿Quien puede hoy definir peronismo?».
Gonzalo Unamuno se determina peronista, paranoico y obsesivo, conoce sus libros de memoria, y recita uno de sus poemas para el cierre: «siempre en un poema dejo abierto el final con una pregunta. Un amuleto para relativizar todo, para tener siempre fresco eso, que todo es relativo» define .
Edgardo Scott reconoce que no siempre se puede ver desde afuera. «No porque lo sientas, significa que está ahí. Me refiero a una especie de distorsión. No pierdo de vista que la realidad es una convención».
Una breve y escueta reseña con algunos rastros de nuestros textos, de construcción de las subjetividades que los atraviesan al igual que a sus autores, las que llegan al lector, al destinatario previsto y al menos pensado. Las que muchas veces tienen una brecha de años luz con sus realidades y con otras subjetividades, que jamas atraviesan, porque nunca se juntan. Algunos rastros de esa idea persistente de plasmar la patria en una literatura y en la construcción de una hegemonía discursiva.
Algunas huellas, para reflexionar e indagar hacia que lugar vamos o queremos ir, que lo abarca todo, desde la formación individual, hasta la conformación de la conciencia colectiva.
1 de mayo de 2017,
Graciela Achabal.