La convocatoria virtual resultó todo un éxito: 8 mil personas agotaron en 30 minutos la inscripción para ser parte de la reapertura de la Confitería del Molino, un ícono de la gastronomía porteña.
Cuando el edificio se cerró en 1997, estuvo a punto de caer bajo la picota. Luego, en 2014, la Ley 27.009 de 2014, cuyo autor fue el senador Samuel Cabanchik, que declaró al inmueble “de utilidad pública y sujeto a expropiación por su valor histórico y cultural”. Tras ese paso, comenzó de la puesta en valor, a cargo la oficina de Patrimonio Cultural del Congreso de la Nación y la Comisión Administradora Edificio del Molino.
Durante la jornada de ayer, quienes accedieron a la visita pudieron observar por primera vez las vitrinas con botellas (vacías y llenas), viejas escobas, cajones, moldes de tortas, cajas de postres con el sello de Del Molino, frascos de mermeladas sin abrir, conservas de frutas, esencias de vainilla y asaderas -entre otras cosas- que estaban en los tres subsuelos de la confitería, los cinco pisos del edificio y la azotea.
También objetos recuperados de los departamentos contiguos -teléfonos, libros (algunos de 1816 y 1903), discos con un cartel que indican que estaban prohibidos en la dictadura- que también pertenecían a Cayetano Brenna, el fundador de Del Molino.
La confitería está emplazada en la esquina de Rivadavia y Callao desde el 28 de febrero de 1905. Pero el actual edificio -obra del arquitecto italiano Francesco Terenzio Gianotti fue inaugurado el 9 de julio de 1916, para el Centenario de la Independencia.