El viernes 17 de noviembre, Olga Leiciaga, acompañada de su familia, amigos y ex alumnos presentó en el Centro Vasco Itxaropen de Saladillo, sus libros «Siembra y cosechas» y «Cruzando alambradas y abriendo tranqueras» acompañada por integrantes de la Comisión y de la comunidad.
Olga fue docente en diferentes establecimientos y «actualmente se encuentra viviendo en un lugar que la hace feliz y la llena de vivencias importantes» prsentó la presidenta de la Comisión del Centro Vasco, Nora Idoeta, y agregó «Olga fue una de las que pensó en abrir este Centro Vasco, y por eso hoy la recibimos con mucha emoción cuando dijo que quería venir a presentar sus libros aquí».
Olga trata de sintetizar sus libros, y eso la lleva a hablar de su vida misma con una sonrisa constante en su rostro «Yo tenía una deuda, una deuda de honor con Saladillo, porque al irme de Saladillo escribí en el 2012 este primer libro «Siembra y Cosecha», y nunca lo presente acá. En realidad habla más de Misiones pero tiene que ver con mi historia personal porque empieza hablando de mis ancestros vascos, aquí. Empieza con una poesía dedicada a mis ancestros vascos y a los abuelos en general y luego conjugo esos dos lugares, Saladillo y Misiones, con todos los cambios que tuve que vivir, que no los viví a los 20 años, los viví a los 60. Esa es la diferencia. Entonces me encuentro con una provincia de la cual me enamoro, no hay dudas, y elijo para vivir. Una provincia que me dio mucho, porque para mi salud fue fundamental y no Saladillo que cuando llego me ataca la alergia y estoy hecha un monstruo. Este fue mi problema más grande. Es decir, me siento mucho mejor allá por estos motivos, no por el cariño que tengo a la gente de Saladillo que eso es lo que uno lleva siempre en el alma. Estoy allá y estoy hablando con alguien siempre de Saladillo. Y estoy hablando de mi familia, de mis vecinos, de mis amigos, y así de mis alumnos de las escuelas donde trabaje, o sea que eso está siempre».
Detalla que «cuando escribí «Cruzando alambradas y abriendo tranqueras» hablo de Emiliano Reynoso. Nazco y ahí me crié en una chacra con alambradas y tranqueras que nos permitieron conocer el mundo exterior, luego de la familia, a los vecinos y hablo de los primeros recursos: el paso del tren y distintas cosas que hacen a la vida de Reynoso, a ese Reynoso de entonces que era distinto, era un emporio y que mucho tenía que ver en este barrio la familia Elordi. Por eso hablo del almacén, de un personaje que en mi infancia llenó todos mis sentidos, Ramón Bombilla y ahí él fue la primera persona que me enseñó cosas que me sirvieron para toda la vida. Lucho Lambert, nuestro vecino. Recuerdos que voy uniendo cuando vengo a Saladillo: Pirincho Cicaré entre otros, y, no puedo dejar de olvidar que fui maestra. Me acuerdo de algunas escuelas. La escuela 38 me marcó para siempre y fue la escuela que me enseñó a ser maestra».
Después entró a otras provincias y describe como fue conociendo a otros personajes como el caso de Peña Loza, «fui pensando ir a visitarlo y había fallecido hacia muy poquito tiempo. Estuvimos con su esposa. Luego estuve con una artesana, que un poco me enseñó a vivir también. Una historia que no se ha contado, porque nadie se le ha animado a contar la raíz de esa historia».
Y terminó en el País Vasco, pero antes llegó a Misiones, y «me encuentro con mis hermanos guaraníes que de chica soñaba o pensaba que tenía sangre indígena, no se porque, pero la idea mía era esa. Nunca supe porque y nunca pude resistir que me discutirán y me hablaran mal de los indígenas porque me ponía a llorar y si se descuidan me pongo a llorar. Algo que nunca supe porque pero que está en mi. La cuestión es que he tenido la satisfacción, por eso en este libro dice Olga Rosa Leiciaga, querechú. Un cacique me la llamó y me dijo «Olga necesito que vengas» quiero ponerte un nombre guaraní. Para mi ha sido un gran orgullo. Él no me dijo cual era el significado pero cuando voy a buscar los libros, el editor del libro me dice: «Dígame quien le puso querechú. Usted sabe que significa? No, le dije. Significa «La dueña del tiempo», me contestó. Me bautizaron de nuevo, y cuando voy a cualquier comunidad indígena tengo que decir: Soy querechú, e indicar quien me dio el nombre. Bera, el primer cacique que conozco: lugar que brillá. Con monte nativo, que ya es un lujo encontrarlo en Misiones. «¿No tendrás un galponcito donde yo me pueda quedar a dormir?. Le contestó: «No tengo un galpón, pero aunque lo tuviera te digo que mis amigos no duermen en un galpón, lo que si te pido es que te bañes», y así se bañó este hombre por primera vez con agua caliente, cuenta Olga Leiciaga.
La historia pasó a contarla luego desde sus raices en el País Vasco, «descubro mis propias raíces, mis raíces profundas y me llevan a conocer el lugar donde nació mi bisabuelo que no era el apellido Leiciaga sino » tampoco era Fernando», sino Arno que en vasco sería Erlando, y vasco bruto como todos nosotros, no le habrán entendido y le habrán puesto así como quedó nuestro vasco. El lugar donde vivieron los abuelos y después me falta conocer donde vivieron mis abuelos Elordi, en Navarra, y si Dios me da vida, seguiré, pero ya estoy hecha, ya no necesito más», finalizó Olga.
Fue una noche de recuerdos en la que se escucharon entrañables anécdotas.-
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