Nota editorial.
Violencias: las consecuencias de no escuchar ni encausar los procesos de integración en las aulas.-
Días atrás la comunidad de Saladillo tomó conocimiento de un episodio de violencia que habría ocurrido entre una madre y una docente, en el ámbito de una escuela pública de nivel primario ubicada en el centro de la ciudad. En estas líneas trataremos de analizar, con algunos elementos y conocimiento previo de los actores involucrados, ciertos aspectos que vinculan la falta de real integración de «los y las diferentes» en el ámbito escolar, y evidencian, una vez más, la falta de «escucha» o posibilidad de advertir a tiempo situaciones evitables para encausar procesos de intolerancias; la falta de capacitación docente, la casi inexistente supervisión y aporte de herramientas desde las máximas autoridades educativas Distritales.
Puntualmente de este hecho de violencia en que nos enfocamos, las primeras reacciones que se conocieron fue la radicación de una denuncia, y, le siguieron opiniones que mayoritariamente daban cuenta del «escandalo» por lo sucedido.
Pocos, muy pocos, se detuvieron en analizar las causas y el contexto en el que se dio esta situación. Vale expresar que nunca, se justifica una acción violenta, pero el cansancio, el desequilibrio emocional que genera la impotencia y la frustración reiterada al ver la angustia, tristeza, y exclusión de un hijo o una hija, no son los mejores condimentos para la toma de decisiones racionales, es más, resulta casi imposible tomar una decisión racional en tal estado. Allí es donde quienes se han capacitado y ocupan lugares de responsabilidad deben intervenir con acciones concretas.
Para enmarcar el contexto en el que se da este hecho, por un lado, con las autoridades educativas, nos encontramos con el primer dogmatismo: los protocolos para casos de violencias y bullying, que tiene la Inspección Distrital de Saladillo están hechos a la perfección y corresponden a lo bajado por la Dirección General de Escuelas. Claro, suponemos que eso hará referencia a algún marco teórico que en nuestro caso desconocemos. Primera falacia: lo que vemos una y otra vez en la práctica, con mucha preocupación, es la urgencia de aplicar herramientas acordes a lo que se evidencia en las aulas, tanto de escuelas públicas como privadas; en nivel inicial, primario y secundario. ¿Acaso puede preciarse de protocolo adecuado cualquier intento meramente intelectual si está disociado de la realidad que atraviesa una sociedad determinada? No. Sostener esa afirmación sería no querer ver y actuar en consecuencia. Sostener esa falacia es no dar lugar a la necesidad de replantear estrategias. No ver la realidad es negar la posibilidad a cientos de niñas/os y juventudes de tener trayectos formativos menos hostiles y más ricos en todo sentido.
En la escuela, dada su obligatoriedad, nuestras infancias y juventudes pasan una parte importante del día. Esa escuela formadora de contenidos, que también tiene la responsabilidad de formar con valores, conductas y hábitos, debe ensamblar ambos aspectos y, ser en alguna medida garante de los vínculos que se alojan y desarrollan en sus aulas. Perder de vista esto sería el más grave de los errores para plantear la posibilidad de encausar problemáticas como las violencias.
Volviendo al caso particular que nos ocupa en esta nota, hace poco más de un año nos llegó la situación que vivía una niña con una discapacidad motriz en el ámbito escolar, y tuvimos la posibilidad de realizar una entrevista a la familia y a la alumna de la institución en la que se dio días atrás la situación que tuvo repercusión pública.
En febrero de 2021 pudimos escuchar las palabras de la niña y su familia, y en aquella oportunidad nos embargó la tristeza y la impotencia también, aún viendo desde afuera la situación. En esa nota escribimos «Ya en el ámbito hogareño, Juliana y José nos reciben en el living, quizá con los nervios y la incertidumbre propias de expresar el planteo, tantas veces inadvertido, de la situación que atraviesan, esta vez en una entrevista periodística. Comienzan por desandar el proceso angustiante y doloroso que aún viven cada día cuando tienen soltar a su hija y encuentran como devolución hostilidad, incomprensión, ignorancia, desinterés, y dañinas actitudes».
Con mucho esfuerzo por racionalizar la experiencia dolorosa la mamá de la alumna refería en ese entonces: «Pero no es que yo tenga un problema por el que me tenga que hacer atender. Ya tengo superada la situación, lo que no entendemos son estas cuestiones de desconsideración para que nuestra hija realmente se pueda integrar. No es la pobrecita, la nena de la silla de ruedas no queremos que sea así. No debería ser así porque ella puede caminar con los suplementos pero claro, a un tiempo muy lento, entonces nos obligan a llevarla en silla de ruedas”.
En aquella entrevista los padres de la alumna indicaron entre otros detalles de lo que vivían, que al principio “No la invitaron nunca a un cumpleaños. En algunos casos se enteró porque sus compañeras fueron a clase con vinchas o a veces cuentan delante de ella cuando se juntaban a tomar la merienda y a hacer la tarea. Nunca intervino ninguna docente, ningún directivo, ninguna autoridad ante esta desconsideración. En el patio jugaba sola, hasta que incorporamos como acompañante a su abuela y ella inventaba juegos y actividades para que su hija no estuviera sola. Pero de no ser por su abuela, nadie hacía nada”. Esto siempre fue así, desde el jardín, recordaron los padres de la alumna: “En un momento nos llegaron a plantear que pensáramos si no era conveniente llevarla a una escuela rural. En segundo grado nos preguntaron si habíamos pensado cómo íbamos a hacer porque el aula estaba en el primer piso. Todas cuestiones con la misma tesitura” manifestó en aquel momento la mamá.
Por otra parte, otro pilar de la comunidad educativa: las familias y/o los adultos responsables de todos los alumnos.
La semana pasada, y luego de ocurrido el hecho en la escuela, recibíamos el siguiente mensaje: «Visto y considerando los hechos de violencia que son de público conocimiento en la Escuela N°1, y teniendo en cuenta las consecuencias y efectos que tales acontecimientos tuvieron en nuestros hijos, tales como miedos, angustia, negación a volver al colegio, etc, y considerando que luego de nuestro pedido no hemos obtenido ninguna respuesta de parte de las autoridades correspondientes, nos vemos obligados a recurrir a los medios de comunicación, a fin de solicitar a quien corresponda que: -se tomen las medidas necesarias que garanticen la protección y seguridad de nuestros hijos dentro del establecimiento educativo, y
-se nos informe a los padres cuales serán las mismas. Esperamos una pronta respuesta. Padres de sexto grado EPN1″.
Poco se puede hacer si no existe apertura de los demás protagonistas de la comunidad educativa para la integración «de los/las distintos/as» para hacerse eco de la angustia, dolor, impotencia y/o frustración ante la exclusión de estos niños/as y no actúan en consecuencia. En el ideal de los casos, que no es precisamente este, la institución puede plantear lineamientos concretos de integración y propiciar vínculos sanos en el ámbito escolar, pero si el discurso es distinto por parte de los adultos responsables, allí también existe otro desafío a superar. La solución para erradicar las violencias no es mágica y exige el esfuerzo con acciones concretas de todos.
Cuando en febrero de 2021 realizáramos aquella entrevista, la primera en la ciudad de Saladillo que se animaba a plantear la problemática del bullying, problemática que con la pandemia estalló evidenciando casos por todos los medios de comunicación de alcance nacional, mostrábamos esa realidad que existía, pero solapada.
Hoy, nuevamente desde este modesto lugar de la comunicación social, desde el derecho y como madre, con un trayecto más amplio en el recorrido y abordaje de la violencia como problemática social, cabe destacar la necesidad de interpelarnos y comprometernos no sólo con enviar a nuestros hijos a una escuela para acopiar conocimiento curricular, sino para que puedan construir vínculos sanos.
Podemos construir nuevas escuelas, otras, distintas, privadas, públicas, Pero los ladrillos más sólidos de cualquier emprendimiento educativo serán los que generen vínculos sanos que permitan forjar una sociedad más justa, equitativa y consecuentemente en paz. La paz como sinónimo del amor, y antónimo de la violencia.
Las siguientes leyes se encuentran vigentes en Argentina desde hace muchos años:
- Sobre «Convivencia y abordaje de la conflictividad social en las instituciones educativas», Ley 26.892
- Sobre Accesibilidad el Sistema de Protección Integral de las Personas con Discapacidad:
Ley Nº 22.431: (16/03/1981) Sistema de Protección Integral. (Artículos 20, 21 y 22).
Ley Nº 24.314: (15/03/1994) Accesibilidad de personas con movilidad reducida. (Modificación de Ley 22.431 Artículos 20, 21 y 22).
Ley Nº 26.285: (15/08/2007) Ciegos y Personas con otras Discapacidades Perceptivas: Acceso a los Materiales Protegidos por derecho de Autor.
Ley Nº 26.858: (B.O. 14/06/2013) DERECHO DE ACCESO, DEAMBULACION Y PERMANENCIA – Personas con discapacidad acompañadas por Perro Guía o de Asistencia.
Saladillo, 11 de julio de 2022.- Graciela E. Achabal – Convergencias